Semana Santa en Antigua Guatemala

Desde el Jueves Santo estuve en Antigua Guatemala para pasar esos últimos días de la Semana Mayor. A la Antigua, llegan muchas personas para estas fechas motivados por diferentes razones. Muchas llegamos allí por razones espirituales, religiosas, de turismo ya sea comercial o espiritual, con el deseo de ver las maravillosas alfombras y procesiones; muchas, como yo, llegamos con una mezcla entre la vivivencia espiritual, la religiosa y el turismo. Ahora bien, sea cual sea el motivo, no cabe duda que uno de los que más llama a la atención es la atracción por la alfombras que se extienden para el paso del Rey de Reyes en las distintas procesiones que se llevan a cabo desde el Jueves Santo hasta el Domingo de Resurrección.

Salimos de El Salvador temprano en la mañana, en un tours que nos llevaría a nuestro destino. La Posada del Hermano Pedro, un pequeño hotel de los de "Bed & Breakfast" que queda muy cerca del Parque Central, en la 3ra calle poniente, entre la 3 y 4 Avenidas. Llegamos a las 12 y resto del día, con muchos ánimos de caminar por una pequeña y bella ciudad que nos esperaba para una grata experiencia. Las habitaciones estaban listas para las dos de la tarde, por lo que salimos a buscar un lugar para almorzar. Como he estado en Antigua montones de veces, por trabajo, recordé que en el 2008, en una escapadita que me había dado con Lucas y Papi y un@s amig@s, estuvimos almorzando en la Posada de Don Rodrigo, un rico restaurant que está en la avenida principal.

Aunque no tengo claro el origen de la tradición de las Alfombras Pasionarias, como se les llama, es una práctica que se hace en los países de El Salvador, Nicaragua y Guatemala, siendo las de Antigua Guatemala, las más famosas y las que reciben mayor número de visitantes. Lo que pude ver es que, la elaboración de la alfombras reune a un pueblo en torno a esta tradición. Se hacen de distintos materiales, predominando las de aserrin. Son hechas, tanto por los comercios como por las familias que se reunen para ver pasar la procesión. En nuestro recorrido, pudimos apreciar alfombras majestuosas, en diferentes formas, colores y tamaños, adornadas con flores, con los frutos del trabajo de hombres y mujeres y que era ofrecido al Señor en señal de adoración y gracias.

El Jueves Santo, varias procesiones del Cristo camino al Calvario recorren las calles de Antigua. Salen de distintas iglesias. Se componen de inmensas carrozas, con base de caoba. En el caso del Cristo, al menos 80 hombres cargan en sus hombros cada carroza, caminando al son de la música. Detrás del Cristo, la carroza de la Madre María, en su dolor, llevada bajo los hombros de 40 mujeres. Una carroza más pequeña, pero igual de majestuosa. Cada carroza es precedida por una comparza que realiza una actuación y da una catequesis. Me tocó ver una de Judas Iscariote, ahorcado a un poste de luz y la del juicio que Poncio Pilato hace entre Jesús y Barrabás.

Las procesiones duran casi toda la noche. Desde las tres de la tarde que sale la primera. Ese Jueves Santo, luego de dejar acostado a Lucas, salí al frente del Hotel para ver pasar una que no alcancé en el Parque Central. Siempre con el motivo del Cristo camino al Calvario, pero diferente a la que había visto en la tarde cerca de la Iglesia de San Francisco. Serían las casi las diez de la noche. Justo al salir, iba pasando la procesión. Sentí la mirada del Cristo, con la cruz a cuesta. Fue un fuerte sentimiento, con una mezcla de emociones que no sé como describir. Me invadió el llanto. Vino a mi mente la canción que marcó mi vida luego de mi retiro keritmático, Caminante. "Me miraste, y no sé que sentí, me llamaste, yo tus pasos seguí". Pensé en ese momento que Jesús, hace más de dos mil años, se dirigía al Gólgota. Así sería su mirada a quienes estaban en el camino, en esa "vía dolorosa del amor".

Sabía muy bien lo que significaba esa mirada. Lo sentí en lo más profundo de mi corazón, y lloré. Luego, no podía dormir. Me fuí con José a realizar un recorrido por los monumentos del Santísimo. No llevamos cámara, pero las mejores impresiones han quedado en mi corazón. Por la hora que comenzamos, casi cerca de las doce de la noche, no pudimos alcanzar la mayoría de los monumentos, pero vimos los necesarios. El primero fue de la antigua cadetral, todavía en reparación. El primer monumento que había, exponiendo el Santísimo, tenía de techo la noche. La cúpula estaba al aire libre, pues la están reconstruyendo. Estaba hermoso y una presencia del Espíritu Santo sin igual. Casi al frente, en la bóveda mayor, estaba una cruz en el centro, toda rodeada de velones. Impresionante, majestuosa. Sólo recordé al canción "Exhaltaté, oh oh gran cordero, tu vives hoy y vivirás. Coronate, con mi alabanza, tu nombre es el VENCEDOR".

De ahí, seguimos hacia la parte norte de la ciudad. Nos encontramos una fila, que parecía corta en la Obra Social El Hermano Pedro. Lo que se veía a fuera, no era ni la cuarta parte de la larga fila que estaba cuando ya lograbas ingresar a la edificación. Estuvimos en cola unos diez minutos, tal vez más o menos. Pero valió la pena. La paz que inundaba la exposición del Santísimo, en el Sagrario de la Obra, era impresionante. Oré un rato, me quedé en silencio, oyendo parte de las oraciones que acompañaban la estadía y las canciones. Recordé mucho mis días en la Santísima Trinidad. Cada una de mis hermanas y hermanos estuvieron ahí, conmigo en ese momento.

El Viernes Santo, fue el turno de las procesiones del Santo Entierro. El sábado pasamos fuera de Antigua. Para el Domingo, que regresabamos a El Salvador, las calles de Antigua se preparaban para recibir al Cristo Resucitado. Aleluya Cristo Recusitó, la Madrugada del Domingo.

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