Señor, tengo en casa..."

 En el día de hoy sábado 1ero de julio 2023, durante nuestro grupo de oración centrante, que cada primer sábado del mes se reúne presencial en el Residencial El Carmelo para el momento de la lectivo divina lo hicimos, como siempre, con el evangelio del día; aunque sólo en dos pasos monásticos, en vez de los cuatro acostumbrados.  Para este día, el evangelio fue Mateo 8:5-17. El pasaje nos narra la historia del centurión que se acerca a Jesús a su entrada a Cafarnaúm para rogarle por su criado quien estaba en la casa enfermo.

El pasaje nos narra que el centurión le ruega diciendo: "Señor, tengo en casa un criado que está en cama paralítico y sufre mucho."  Nos sigue narrando el evangelio que Jesús estuvo presto a ir a curarle, pero que el centurión de alguna forma le frena replicando: "Señor, no soy quién soy yo para que entres bajo mi techo. Basta que lo digas de palabra, y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes; y le digo a uno: "Ve", y va; al otro: "Ven", y viene; a mi criado: "Haz esto", y lo hace."

Jesús, nos narra el evangelio, se queda maravillado ante alguien con tanta fe y, tras manifestar que vendrán de fuera unos que merecerán sentarse en el trono más que aquellos que se creen merecedores por linaje le dice al centurión:  "Vuelve a casa, que se cumpla lo que has creído." Y en aquel momento se puso bueno el criado."

Aunque el evangelio continúa narrando sobre la visita de Jesús a la casa de Pedro y la enfermedad de su suegra, como estábamos haciendo la lectivo divina yo me quedé en el centurión.  Contemplé, en el primer momento de la lectio, el encuentro entre Jesús y el Centurión.  Escuché muy atenta el diálogo entre ambos.  Quedó en mi corazón la palabra disciplina.  En el segundo momento, brotó de mi corazón un profundo sentimiento de reconocimiento de la grandeza de Dios en lo cotidiano.  El centurión, haciendo una similitud de su trabajo cotidiano, del día a día, había reconocido el poder de quien tenía en frente, Jesús. Tercero, había pedido por otros.  

Yo había quedado impregnada de ese profundo descubrimiento.  Esa inhabilitación divina, como lo llama el Padre Thomas Keating.  No entendía claramente lo que estaba pasando, pero sí sentía el pecho henchido de gozo.  Luego, en el ejercicio que nos tocó hacer del libro "Sadhana, un camino de oración" de Anthony de Mello, lo entendí. Había sido presa de un "éxtasis de amor".  

El ejercicio, el 47, nos presenta la oración de alabanza.  Anthony de Mello, en la hermosa voz de nuestra hermana Camelia, quien junto a su esposo Gonzalo son una bendición para nuestra comunidad, nos dice que, la oración de alabanza "es la forma de oración que ha hecho la presencia de Cristo más real en su vida...confiriéndole   el sentido más profundo de ser llevado y rodeado por la providencia amorosa de Dios". Seguíamos escuchando que él "escogería, sin dudado por un momento, esta, última forma de oración que propongo en el libro" la cual  "elegiría también por la intensa paz y gozo" que le "ha dado en tiempos de aflicción."

Seguíamos escuchando la dulce voz de Camelia leyendo a de Mello.  "La oración consiste, sencillamente. en alabar y dar gracias a Dios por todas las cosas. Se basa en la creencia de que nada sucede en nuestras vidas que no haya sido previsto y planeado por Dios; nada en absoluto, ni siquiera nuestros pecados." Una pausa, y Camelia vuelve y repite:  "La oración consiste, sencillamente. en alabar y dar gracias a Dios por todas las cosas. Se basa en la creencia de que nada sucede en nuestras vidas que no haya sido previsto y planeado por Dios; nada en absoluto, ni siquiera nuestros pecados."

A medida que nos íbamos adentrando en el ejercicio, las lágrimas empezaron a brotar de mis ojos. Un sentimiento de profundo amor y misericordia de Dios para conmigo me invadió.  Un relato de una persona con un complejo profundo de culpabilidad por haber llegado tarde al lecho de muerte de su padre, me hizo pensar en la muerte de mi madre. El próximo agosto ya serán 18 años.  Pensé en como yo me sentía culpable por haber insistido en llevarle al centro médico donde falleció.  

Anthony de Mello cuenta lo aliviado y lleno de paz que se sintió la persona cuando le invitó a agradecer y alabar por ese hecho; y, luego había una invitación a hacer lo mismo. Agradecer y alabar a Dios por todo y dejar todo pasado, presente y futuro en sus manos; y que descansemos en la paz y el alivio que esto nos reporte.

Con todo ese amor recibido, luego de finalizado nuestro grupo, tuvimos nuestra misa contemplativa oficiada por nuestro querido Padre Jaime.  En la lectura del evangelio el Señor me regaló tres cosas más que no había escuchado cuando hicimos la lectio.  La primera, fue la última parte del encuentro con el centurión en la que Jesús le dice:  "Vuelve a casa, que se cumpla lo que has creído." 

Lo segundo, fue escuchar el segundo pasaje de este evangelio:  "Al llegar Jesús a casa de Pedro, encontró a la suegra en cama con fiebre; la cogió de la mano, y se le pasó la fiebre; se levantó y se puso a servirles. Al anochecer, le llevaron muchos endemoniados; él, con su palabra, expulsó los espíritus y curó a todos los enfermos. Así se cumplió lo que dijo el profeta Isaías: "Él tomó nuestras dolencias y cargó con nuestras enfermedades." 

La tercera, fue una nueva forma de hacer mi oración de intersección.  El Padre, en la homilía, nos decía que el centurión había desafiado los cánones culturales de la época, al acercarse a un judío y, además rogarle.  Lo había hecho por un criado enfermo, quien tenía mucho dolor.  Entonces, llegó a mi corazón una nueva forma de pedir inspirada en el centurión, que ya no es la que decimos en el momento en que el sacerdote consagra el vino. y el pan, de, "Señor, no soy digna de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme", sino "Señor, tengo en casa un/una..." Criado/a, hermano/a, padre/madre hijo/hija, suegra/o; compañera/o de trabajo... en fin, la lista puede presentar a tantas personas como las que lleguen a nuestros corazones a través de tantas formas, que será como finaliza el evangelio, "Al anochecer, le llevaron muchos endemoniados; él, con su palabra, expulsó los espíritus y curó a todos los enfermos. Así se cumplió lo que dijo el profeta Isaías: "Él tomó nuestras dolencias y cargó con nuestras enfermedades." 

No perdamos la oportunidad para traer a los pies de Jesús, tantas y tantas personas que necesitan sanación. Presentemoselas diciendo:  "Señor, tengo en casa..." sabiendo que la casa puede sustituirse por el trabajo, la comunidad, la familia, el país.

Dios les bendiga.


PD:  Mientras escribía esta entrada de mi blog, chateaba con uno de mis hermanos por WhatsApp. Empezamos hablando de trabajo y caímos en Mami.  Riéndonos de sus cosas.  Le comenté lo vivido hoy en el grupo, y  le expresé lo sentido.  Me dijo:  "Yo amanecí con ella , ya tú sabes lo q todavía siento". Le compartí el audio de la oración de alabanza.


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